Esta semana, después de un prolongada para en el blog, comparto algunas lecturas que hice durante este tiempo y que me ayudaron a reflexionar, espero les gusten y sirvan.
El Alacrán
Un maestro oriental que vio como un alacrán se estaba ahogando decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó.
Por la reacción al dolor el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo se estaba ahogándose. El maestro intento sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó.
Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:
"Perdone. ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?"
El maestro respondió:
" La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía que es ayudar."
Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y agua y le salvó la vida.
No cambies t naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma precauciones.
Algunos persiguen la felicidad; otros la crean.
Si yo cambiará ...
" Cuando era joven y libre y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Cuando me volví más viejo y sabio descubrí que el mundo no cambiaría, así que acorté mis anhelos un poco y decidí cambiar sólo mi país.
Pero éste también parecía inmutable.
Cuando entré en el ocaso de mi vida, en un último intento desesperado, me propuse cambiar sólo a mi familia, a mis allegados, pero por desgracia no me quedaba ninguno.
Y ahora, mientras me encuentro en mi lecho de muerte, repentinamente me doy cuenta: Si hubiera cambiado primero a mi mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia.
Y a partir de esta inspiración y estímulo podría haber hecho un bien a mi país y , quien sabe, tal vez incluso ... habría cambiado el mundo."
(Estas palabras al parecer se encuentran escritas en la tumba de un obispo anglicano en la cripta de la abadía de Westmisnter)
El Laurel
Cerca de un arroyo de aguas frescas, había un pequeño bosque.
Los árboles eran muy variados. Todos gastaban las energías en ser más altos y grandes, con muchas flores y perfumes, pero quedaban débiles y tenían poca fuerza para echar raíz.
En cambio un laurel dijo: " Yo, mejor voy a invertir mi savia en tener buena raíz: así creceré y podré dar mis hojas a todos los que me necesiten."
Los otros árboles estaban muy orgullosos de ser bellos; ¡ en ningún lado había tantos colores y perfumes! Y no dejaban de admirarse y de hablando de los encantos de unos y de otros, y así, todo el tiempo mirándose y riéndose de los demás.
El laurel sufría cada instante esas burlas. Se reían de el, señoreando sus flores y perfumes, meneando el abundante follaje.
"¡Laurel! ... (le decían) ¿para qué tienes tanta raíz? Mira a nosotros todos nos alaban porque tenemos poca raíz y mucha belleza. ¡Deja de pensar en los demás! ¡Preocúpate sólo por ti!"
Pero el laurel estaba convencido de lo contrario; deseaba amar a los demás y por eso tenía raíces fuertes.
Un buen día, vino una tormenta, y sacudió, sopló y resopló sobre el bosque. Los árboles más grandes, que tenían un ramaje inmenso, se vieron fuertemente golpeados, que por más que gritaban no pudieron evitar que el viento los volteara.
En cambio el pequeño laurel, como tenía pocas ramas y mucha raíz, apenas si perdió unas cuantas hojas.
Entonces todos comprendieron que lo que nos mantiene firmes en los momentos difíciles no son las apariencias, sino lo que está oculto en las raíces, dentro de tu corazón ... allí ... en tu alma.
El Clavo
Una Iglesia nueva fue construida y las personas fueron de todas partes a admirarla. Pasaban horas a mirar la belleza de tal obra.
Arriba, en lo alto, en las maderas del tejado, un pequeño clavo era testigo de todo lo que estaba ocurriendo.
Y oía a las personas como elogiaban todas las partes de tan encantadora estructura ... ¡Hablaban de todo me nos del clavo!
Ni siquiera sabían que estaba allí, y se sintió irritado y con envidia.
¡Si soy tan insignificante, nadie echará de menos mi falta!
Entonces el clavo desistió de su vida, dejó de hacer presión sobre la madera y se fue deslizando hasta caer al suelo.
Aquella noche llovió mucho. Luego, donde faltaba el clavo, el tejado comenzó a ceder, separando las tejas. El agua corrió por las paredes y los bonitos murales. El yeso comenzó a caerse, el tapete estaba manchado y la Biblia se quedó arruinada.
Todo esto porque un pequeño clavo desistió de su trabajo.
¿Y el clavo?
Al asegurar las maderas del tejado, era obscuro, pero era útil. ahora, enterrado en el barro, no sólo continuó siendo obscuro, sino que también se volvió un completo inútil y acabó comido por el óxido.